Nada más comprar la minicamper teníamos unas ganas locas de andar un poco con ella, montar y desmontar el mueble camperizado, abrir y cerrar cajones, ordenar y desordenar el interior, etc. ¡Queríamos probarla! Por proximidad a nuestro pueblo de adopción, Villel de Mesa, y cambiando de provincia por tan solo 15km decidimos irnos a Jaraba, un municipio de la provincia de Zaragoza, que destaca por sus aguas termales y cuenta con un área de descanso natural que se prestaba a la perfección a lo que queríamos hacer. ¡Estábamos probando!
Aunque ya habíamos tenido la posibilidad de comprobar que la furgoneta con el mueble camperizado y cargada iba un poco más despacio de lo normal, la verdad es que la conducción, que era uno de los aspectos que queríamos probar, resultaba muy confortable. La amplitud de la luna delantera y las ventanas laterales dejaban disfrutar de las imponentes Hoces del Río Mesa y avistar los buitres sobrevolando el cielo.
Una vez pasado el barranco de la Hoz Seca, donde se levanta el Santuario de Nuestra Señora de Jaraba, encontramos un huequecito para aparcar la minicamper y empezar con el entrenamiento para auténticos domingueros.
Primeramente, buscamos todos los huecos y compartimentos que tuviese la furgoneta para decidir dónde guardábamos cada cosa. La verdad es que nos sorprendimos bastante al comprobar la cantidad de recovecos que podrían brindarnos un espacio para almacenar. Como podéis imaginar, las cosas iban cambiando de sitio a medida que íbamos encontrando huecos nuevos para guardar las cosas.
Luego empezamos a maniobrar con el mueble camperizado: montar la mesa, montar la cama, colocar los colchones, etc. Estábamos tan ilusionados que esta operación la llegamos a hacer más de una vez para mejorar nuestra marca de tiempo. ¡Fíjate tú la tontería!
Cuando ya tuvimos todo controlado, dejamos la mesita puesta y nos metimos de lleno con el apartado accesorios de cocina. Contemplábamos el kit de utensilios del Decathlon como si fuesen platos de cerámica de Talavera de la Reina. Simulamos cómo íbamos a preparar unos macarrones con ayuda del hornillo que nos habíamos comprado y subíamos y bajábamos de la furgoneta ensayando cómo serían nuestros desayunos con vistas a quién sabe dónde. ¡Esperpéntico todo! Cualquiera que nos estuviese viendo pensaría que estábamos locos pero es que nos invadía una ilusión tremenda.
Para finalizar, hicimos una prueba de sonido de cómo sonarían algunas de nuestras canciones favoritas en dos metros cuadrados y para nuestra sorpresa… lo que pensábamos que eran respiraderos, eran dos altavoces que se oían maravillosamente bien. Nos miramos, nos abrazamos y como si de un bebé se tratase, cerramos con cuidado las puertas y nos fuimos a disfrutar del río y del paisaje con el sentimiento de tenerlo todo bajo control. ¿O no?