La Comunidad Valenciana es muy conocida por sus numerosas y fantásticas playas. Sin embargo, otra buena excusa para visitarla son los sitios de montaña que son muchos. Para los amantes de la naturaleza, este es un destino imprescindible. Para nosotros, fue además nuestro primer viaje en la minicamper.
No vamos a engañarte. No conocíamos casi nada del interior de la Comunidad Valenciana y fue a través de una cuenta de Instagram que se llama @poblesipaisatgesvalencians que descubrimos un montón de paisajes de ensueño llenos de saltos y agua cristalina.
Teníamos unos días libres y aunque en un primer momento decidimos ir a la playa, en vista de tal descubrimiento pensamos en repartir un poco esos días y empezar a conocer otro de los muchos encantos que tiene la Comunidad Valenciana: los ríos y las pozas.
Nuestra primera parada fue en los alrededores de Chera, encontramos varias cascadas, rutas de senderismo y zonas donde nos pudimos refrescar y deleitarnos con los bonitos paisajes que estas formaciones nos dejan.
Lo primero que encontramos fue una zona para aparcar bastante cerca de la cascada de Chorreros que es la más conocida de la zona y la cueva de La Garita que se parace un montón al Castillo de Grayskull. Hay un sendero marcado que discurre por los alrededores de la cascada y llega hasta ella, pudiendo incluso entrar dentro de la cueva. Es muy bonito.
Cuando la terminamos la excursión, seguimos nuestra ruta hasta el Embalse de Buseo donde, a pesar de que decimos no hacer noche, es la única zona donde se permite la acampada en el Parque Natural de Chera-Sot de Chera. Pudimos hacer uso de los baños y duchas de esta zona de acampada y refrescarnos en el embalse que tiene una vistas espectaculares.
Al caer la noche, decimos irnos a Chulilla que es un pueblo precioso y muy pintoresco. Queríamos hacer la ruta de los Puentes Colgantes y pensamos que hacer noche allí sería buena idea para empezar la ruta a primera hora del día siguiente.
Cenamos en un sitio muy chulo que se llamaba Goscanos. Nos atendieron maravillosamente bien y como no podía ser de otra manera, se portaron de lujo con nuestro perrete. Allí nos dijeron que podíamos dormir cerca de la entrada de los Puentes Colgantes así que, después de una buena cena y dar un paseo por el pueblo, nos fuimos para allá.
¡Nuestra primera noche! Con lo que habíamos entrenado para montar la furgoneta y lo que nos costó hacerlo la primera vez. La verdad es que no dormimos casi nada porque estábamos completamente solos, alejados de todo y se escuchaban un montón de ruidos de animales. Además, hacía un aire tremendo. Rejas, nuestro perrete, también estaba nervioso y tuvo que salir dos veces a mear. No se veía nada y no llevábamos ni una sola luz. Así pasamos la noche.
Nos levantamos muy temprano y al salir de la furgoneta el paisaje era más propio de Marte que de Valencia. Estaba todo lleno de arena. Cogimos nuestra mochila, la cargamos de latas para la comida y entramos en la ruta de los Puentes Colgantes. No nos llamó para nada la atención que no hubiese nadie y nos pusimos muy contentos al no tener que pagar la entrada.
Hicimos el recorrido totalmente solos, bañándonos a cada rato y comiendo en la orilla del río la mar de tranquilos. Empezamos a pensar que era muy raro que no hubiese nadie haciendo esa ruta tan maravillosa en la segunda quincena de agosto. Con todo y eso, estuvimos un buen rato paseando por el río, subiendo a los puentes y llegando hasta la presa.
En un abrir y cerrar de ojos, el día cambio totalmente. El cielo se puso gris y amenazaba lluvia. Con toda la tranquilidad del mundo, emprendimos el camino de regreso hacia la furgoneta y cual fue nuestra sorpresa que al salir de la ruta nos encontramos vallada la entrada y un cartel que ponía «Cerrado por alerta por fuentes vientos y lluvia». Al parecer, el encargado de poner el cartel, había madrugado menos que nosotros y se tomó con bastante calma el colocar los carteles y cerrar la entrada. ¡Nos fuimos en el momento justo!
La experiencia de interior había sido buenísima pero ahora tocaba playa. El día se estaba poniendo revoltoso y cuando llegamos a Valencia lo primero que encontramos fue una nueva tormenta de arena que hizo que nos tuviésemos que refugiar en la furgoneta y comer dentro de ella hasta que se pasó.
Teníamos claro dónde queríamos ir pero no teníamos tan claro dónde podríamos aparcar la furgoneta. Al viajar con nuestro perro, era determinante aparcar cerca de la playa canina de La Alboraya que era la que habíamos elegido en esta ocasión. Esta playa es de arena y está realmente bien para los perretes.
Conocíamos la zona y sabíamos que cerca de allí había un sitio en el que podríamos dejar la furgoneta pero al consultar la aplicación Park4Night (que es prácticamente obligada para los amantes de las rutas en camper) nos dimos cuenta que señalaba el aparcamiento del Leroy Merlin de Alboraya como un lugar estupendo para pernoctar y fue así. Además, teníamos al lado el Alcampo para poder comprar agua y comida.
Dejando un lado la verdad que muy pocos incívicos y borrachuzos que acababan allí la fiesta, pudimos aparcar en primera línea de playa junto a un buen número de caravanas y estar muy tranquilos los tres días que pasamos en la playa. El tema del aseo y las duchas lo teníamos resuelto porque muy cerquita, la playa cuenta con unas instalaciones espectaculares.
En la zona en la que estábamos había mucha gente con caravanas y el ambiente era muy bueno. Hasta tal punto que un día nos vimos invitados a un cumpleaños de un niño que vino con un trozo de tarta de chocolate que puede ser de las mejores que hemos comido nunca. Como iréis descubriendo, somos muy golosos. Todas las tardes nos escapábamos a PortSaplaya a una heladería a tomarnos un granizado de café con una bolita de helado de dulce de leche.
Pasamos unos días buenísimos y muy divertidos pero lo bueno se acaba pronto y tocaba recoger y volver a casa. Cual fue nuestra sorpresa al ir a arrancar la furgoneta y darnos cuenta que no teníamos ni una mijita de batería. Días antes, habíamos hecho la gilipollez de dejar cargando los móviles con las llaves del contacto puesto. Cosas de novatos. Gracias a la ayuda de un hombretón vasco que tenía una caravana que parecía una puta nave espacial con una luz que iluminaba toda la playa, pudimos meterle un chispazo a la furgo y emprender nuestro viaje de regreso en el cual seguimos haciendo planes para la próxima ruta.